Los diseñadores de la holandesa Spyker se esforzaron tanto en hacerte sentir en el habitáculo de un avión al subirte al vehículo, que terminaron estrellándose de nariz en la enorme montaña del mal gusto. Generalmente, la fusión del cuero con el metal es signo de delicadeza y refinamiento, pero en el caso del C8 la abrumadora cantidad de brillo y perillas poco tiene que ver con el austero equipamiento de los aviones, sino más bien se parece a las máquinas que mecen a los niños por algunas monedas al compás de una melodía estridente. El volante evoca a las cuatro aspas de los primeros aviones fabricados por la marca y la palanca de cambios quizás sea el elemento más original y destacable, ya que simula el funcionamiento de los antiguos mandos de las aeronaves.